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DIATRIBA CONTRA UN NOVIO POBRE

No es que uno sea de alta alcurnia, pero tener un novio pobre es una desgracia. No es que uno sea gasolinera, pero es que tener que colarnos en un Transmilenio, no aguanta. No es que uno sea exigente y quiera comer donde los hermanos Rausch, pero es que la pizza callejera cansa.
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No es que uno sea de alta alcurnia, pero tener un novio pobre es una desgracia. No es que uno sea gasolinera, pero es que tener que colarnos en un Transmilenio, no aguanta. No es que uno sea exigente y quiera comer donde los hermanos Rausch, pero es que la pizza callejera cansa. No es que quiera viajar a las islas griegas o a la Costa Azul, pero siempre Melgar o Villa de Leyva? No es que uno no pueda vivir sin tomarse un coctelito decente, pero es que la Póker, engorda. No es que uno sea de sangre azul pero andar con un perdedor es una desdicha. No es que las cosas no puedan cambiar, pero que aburrido es esperar a que la torta se voltee.

Escribirlo y pensarlo suena horrible, pero vivirlo puede ser peor, porque no nos digamos mentiras, aparte de Florence Thomas a todas nos gusta que nos atiendan, que nos gasten de vez en cuando, que no tengamos nosotras siempre que gastar. Nos gusta soñar con una casa bonita, tal vez tener un carro que no se vare, viajar al exterior de vez en cuando y por supuesto que nos amen, porque no se trata de levantarnos a un traqueto, lleno de joyas y cadenas, con plata de dudosa procedencia, con una Hummer blindada y un sequito de escoltas. No. Pero tampoco con un tipo que no tenga dónde caerse muerto, lleno de deudas y de planes fantasiosos, que vive con la mamá, que se goterea el sueldo de un soldado bachiller y a quien siempre y sin falta, dentro de poco le va a salir un negocio que lo va a sacar de pobre.

Al pobre usted lo reconoce de entrada. Son tipos sencillos, de bajo perfil, muchas veces enterados e informados que son capaces de invitarnos a un café. En medio de una charla agradable nos envuelve y nos calienta el corazón. Luego de a poquitos se nos va colando hasta la cama y es ahí donde perdemos, porque ser pobre no implica ser mal polvo. Luego optan por la conquista de la suegra, con detalles sencillos pero baratos que terminan por enamorar a las mamás ( a algunas porque otras, las más curtidas no comen cuento y se encargan de hacernos ver el error cada mañana).

Y nos llenan de palabras y de a pocos toman el control de nuestras vidas, de nuestro carro, de nuestro tiempo, de nuestros sueños, porque hay algunos que además de varados son abusivos y picados. Deciden dónde almorzamos, donde comemos, dónde viajamos, qué película vemos y todo con nuestra plata, por supuesto.

Sin embargo, todas sabemos en el fondo que ese no es, algo nos lo dice, como también nos lo dicen las mamás, las amigas, la familia, en medio de una “lora” insufrible que nos hace sentir peor porque de alguna manera sentimos que amamos al pelele.

Hasta que un día reaccionamos y lo ponemos de patitas en la calle, pero cuando descubrimos la patraña y los echamos, son como las cucarachas que ni a punta de escoba se van. Son como unas ladillas que se niegan a entender que ya no los queremos en nuestras vidas y se aferran a nosotros, primero desde la rabia del despecho, luego desde la lástima y por último desde el odio incontrolable.

No es que uno sea materialista pero andar con un varado es una tragedia…

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