No hay peor enemiga de una mujer, que otra mujer. Nos descalificamos, nos burlamos, nos anulamos, nos desautorizamos y solemos ser más machistas que el peor de los hombres
No me está creciendo el bigote ni se me ve pelo en las axilas. Tampoco es un grito feminista. Sin embargo debo decir una vez más que me molesta el desbalance que existe en Colombia y en el mundo con respecto a las mujeres.
Seguimos ganando menos que los hombres, trabajando por igual. Las posiciones importantes parecen estar reservadas a los tipos y aunque muchas ya son reconocidas líderes y dirigentes importantes, no podemos negar que aún nos falta mucho, porque algo va de la época de nuestras mamás que tenían que soportar todo, incluso el maltrato, porque no había otra opción que quedarse sin remilgos, a la época actual donde hemos tenido la posibilidad de estudiar, de prepararnos, de pensar más allá de los maridos y los hijos.
Nosotras, las mujeres de hoy, solemos estar más preparadas que un yogur. Nadie nos ha regalado nada y mucho menos los hombres, que con su nadadito de perro y su cara de yonofui aceptan nuestro éxito de dientes para fuera, aunque de dientes para adentro se mueran de la piedra. No nos metamos cuentos. Nuestra sociedad sigue siendo sexista y siempre en detrimento de nosotras. Los hombres son persistentes y nosotras intensas, si ellos lloran son sensibles, nosotras unas histéricas, los hombres son líderes y nosotras mandonas, si ellos juegan fútbol son deportistas consumados y si nosotras lo intentamos, somos marimachas, el orden para ellos es un atributo y para nosotras, sinónimo de ser cuadradas.
Sin embargo y como todo hay que decirlo, no hay peor enemiga de una mujer, que otra mujer. Nos descalificamos, nos burlamos, nos anulamos, nos desautorizamos y solemos ser más machistas que el peor de los hombres y además, si nos tratan bien, muchas veces abusamos, mangoneamos, explotamos y atropellamos.
La igualdad entonces no consiste en ponernos al nivel, sino en respetar nuestro lugar. Y el de ellos.