Por Erika Matallana
Que difícil nos resulta poner punto final. Independientemente de lo que sea o a quien sea que se esté dejando. Es que siempre serán más fáciles los puntos suspensivos, la ilusión de que todavía hay algo más que decir, que vivir, que demostrar, que sentir.
Decir “no más” con puntos suspensivos es un adiós menos doloroso. Es un aire de esperanza, y también una forma de morir… sólo que lentamente. Porque cuando aún se ama, es mejor el dolor y la angustia, a imaginar que ya no hay nada más que sentir.
Y es que para nosotras las mujeres poner punto final es casi imposible cuando el corazón nos dice lo contrario. Porque cuando amamos de verdad es con firmeza, con entrega, y de por vida. Porque pasamos del calor al frío, y el frío del alma nos da miedo y nostalgia. Porque nos cuesta dejar ir lo que tanto se ha querido, aunque esto sea también lo que más nos haya herido.
Si hoy no está lista para poner punto final, no se preocupe. Siempre está la opción de poner puntos suspensivos; del mañana, del más tarde. Y es que no nos digamos mentiras, los puntos finales no se hicieron para todo el mundo, ni para todas las historias.
No se acaba el amor sólo con decir adiós, y no hay nada más triste que decir adiós cuando uno todavía no quiere irse.