Estoy muriéndome de sed
y es tu propia piel la que me hace mover,
me hace mover, me hace mover
en extremo
Gustavo Ceratti
Estamos hablando de una pareja interesada en hacerse, en tocarse, en descubrirse, en construirse en un momento pleno, lleno de significado. Y es allí cuando los juegos de seducción cobran toda su importancia porque para malos polvos nos sobra el tiempo y en el mundo abunda la gente mal pensada, mal hablada y sobre todo, mal tirada…
El juego previo implica un nivel de complicidad tal, que solamente se logra cuando cada uno piensa más en el otro que en sí mismo. Y por eso cabe el humor, sobran los afanes, se guardan los fantasmas, se cuelgan las creencias, se borran los recuerdos, se eliminan las promesas. Son dos personas dispuestas a perder el sentido de la vida en un momento.
Pero claro, el juego empieza mucho antes de bajar la cremallera. Qué tal usar el whatsapp para decir algo más que el encargo de la leche y el pan para el desayuno. El sexo virtual puede ser maravilloso. O qué tal, tomarse de la mano por debajo de la mesa, sin importar la multitud, apretando, deslizando de a pocos el deseo, o tal vez una caricia o un beso furtivo en el cuello o un juego de palabras. O qué tal crear personajes seductores para cumplir las fantasías de la pareja. O morirse de la risa enseñándole a él los misterios de los broches de un brassier. O matarse a besos, agitando la respiración para que el otro sepa, entienda y sienta que lo mejor está por venir.
Tiempo, se necesita tiempo y un nivel de inteligencia superior porque el juego no termina en la clavada de uñas en la espalda o en los mordiscos suaves en el hombro para ahogar los gritos de placer. El juego sigue y puede prolongarse en tiempos suplementarios llenos de orgasmos pequeñitos pero no por eso de menor intensidad para dar paso luego a la ternura, que siempre será el mejor broche de oro, antes de la repetición.