Tenemos más etiquetas que una bolsa de leche descremada. Nos encanta guiarnos por esquemas y clichés que nos dicen qué es lo bueno y qué es lo malo. Siempre hay una amiga, una mamá, una tía, un gurú de Vanidades o Bazaar que nos dicen lo que está bien, lo que es lo indicado. Babas, puras babas.
Que si le habla mucho está mostrando el hambre. Que si le habla poco demuestra poco interés. Que si lo da pronto va a pensar mal de usted, que si lo da tarde va a pensar que es morronga. Y así se nos va la vida.
A mi consulta llegan muchas personas angustiadas por saber cuánto es el tiempo indicado para decir te amo, para comprometerse de lleno en una relación, para saber si lo que se siente es aspaviento o sentimiento y como en los quizes de química de grado once, no hay fórmula que valga. ¿Un mes, una semana, un día? Nadie lo sabe porque cada relación es diferente, así nosotros seamos los mismos.
Hay parejas que duran años juntos y nunca terminan de conocerse, tanto que al final terminan separados por incompatibilidad de caracteres. Otras en cambio necesitan apenas verse para saber que el otro es el indicado, porque el amor los parte como un rayo, los revuelca, los emociona, los llena de ilusiones. Se saben todo, se miran y se entienden, se toman las manos y se sienten seguros, hacen el amor, sin miedos ni triquiñuelas, le abren la puerta a la felicidad de par en par y la cierran cuando entra. Pero claro, también se vale sentir miedo y más cuando las aves carroñeras revolotean por el hombro. Que es muy pronto, que no lo conoce, que vaya con calma, que no se enamore, que no vaya tan rápido, que no le diga todo, que lo piense mejor, como si el amor no se tratara de todo lo contrario, es decir, de dejarse atropellar, de romper las reglas,de lanzarse al vacío, sabiendo la diferencia entre saltar y volar, de disfrutar al máximo la adrenalina de sentir, para luego dejarse arrullar por el cariño en calma.
Los grandes amores no necesitan tiempo. Lo que necesitan son cojones…