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CARTA A UN POLVO QUE NO FUE

Me encanta el sexo y por lo que me dicen, soy buen polvo o por lo menos nadie se ha quejado. El caso es que hace algún tiempo caminaba yo  con Max, mi perro, como lo hacía todos los días en la mañana.
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Despreocupada, en mi sudadera ceñida que dejaba ver lo mejor de mí, alcancé a verlo a lo lejos a pesar de mi miopía. Me sonrío en forma transparente y de inmediato hicimos clic. Esa mañana no hablamos. Sin embargo al otro día y a la mañana siguiente y luego toda la semana, hablamos de todo, mientras Max se aburría como un hongo.

Y así, de a pocos fuimos construyendo algo, que aún no se bien qué fue, pero que de seguro no fue amor. Primero fue un café, luego un cine, luego un trago. Y risas. Muchas risas, lo que para mí es casi  como ponerme al borde de la cama porque nada me excita más que un hombre que me saque una sonrisa. Era un  tipo como muchos que había conocido, pero este era diferente. No había pasado mucho tiempo desde mi última relación o sea que verano tampoco podría decir que estuviera aguantando.

Un día cualquiera me invitó a comer a su apartamento que quedaba muy cerquita. Yo pensé para mis adentros: “aquí si fue”. Hasta me puse la lencería negra que enloquecía a mi ex marido. Primero fue una copa de vino, luego toda la botella. Comimos delicioso y yo, con ganas. Sin embargo la charla era tan rica y tan brillante, que el tiempo se nos fue. Me llevó a mi casa, tomados de la mano en una noche fría y nos despedimos con un beso en la mejilla. El vino y el deseo hicieron lo suyo y no tuve más remedio que consolarme yo solita.

Tiempo  después volvimos a su apartamento, al vino, a la comida y a las risas. Y no era que yo no le gustara porque de hecho su mirada y sus palabras así me lo decían, sino que era un tipo extremadamente caballero, incapaz  de pasar la raya de la dificultad que yo ponía, no porque no lo deseara o no quisiera, sino por ese juego absurdo  que hacemos las mujeres de hacernos la difícil.

Hoy me arrepiento. Tal vez debí tomar la iniciativa o por lo menos dejar de poner trabas y dilemas. Era un tipo serio y claro, del que con seguridad me hubiera enamorado. Pero ese polvo ya no fue y como dice García Márquez, lastimosamente uno viene con los polvos contados y polvo que no se echa, polvo que se pierde irremediablemente. Yo sigo paseando a Max…

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