Odio y quiero mis miedos porque son un monstruo bipolar que a veces me empuja y a veces me detiene.
Mi vida está llena de temores y eso me hace humana, me hace libre, me hace cauta, me hace feliz y me hace a la vez, insufrible, molesta y quejumbrosa.
Mis miedos me salvan porque de alguna manera me empujan hacia a la orilla para seguir con vida, para dar la batalla, porque aunque el susto a veces paralice, mis miedos me retan, me desafían, me incitan, me excitan y me hacen sentir que estoy viva.
Mis miedos no son cobardía, son apenas precaución, letra chiquita que intentan prevenirme, sin éxito, de los sufrimientos posteriores. Mis miedos van y vienen y son libres de entrar sin anunciar porque he aprendido a mostrarlos orgullosa y no como amantes de mala madre imposibles de exhibirlos.
Mis miedos nunca paralizan, si acaso me detienen por un tiempo, pero luego me animan a seguir, a luchar, a pelear aunque a veces en la demora se me escape alguna que otra cosa buena, alguna que otra persona buena, pero es el precio que se paga.
Odio y quiero mis miedos porque son un monstruo bipolar que a veces me empuja y a veces me detiene.